Es sin duda que las conclusiones, moralejas, interpretaciones, cruces de acusaciones y etc. . . pueden ser muchas más y a cuál más ocurrente y alejada de la realidad de la calle como para echarlas a debatir “contra. . .”, pero hay una conclusión que sobrevuela con certeza incontestable sobre las demás, y es la que se refiere a las condiciones socioeconómicas y culturales de origen, razones tan poderosas como injustas que acucian y agudizan las diferencias y los mejores y peores rendimientos, sin duda, tan sin en duda como debería ser el sostenimiento y defensa universal de un sistema de educación, en primer lugar, consensuado por la mayoría de la sociedad, no solamente por la mayoría parlamentaría, y que asegurase la compensación positiva de todas las diferencias, empezando precisamente por, hablando claro, los más pobres, los menos cultos y los más torpes. . . porque la educación además de progresar por la cúspide debe afianzar la competencia básica en la base más desfavorecida. Y eso está descuidado absolutamente, precisamente por lo que se detecta y se denuncia en el informe Pisa: Exactamente por la falta de logros y destrezas en la comprensión lectora y en el razonamiento lógico matemático, porque no está asegurada ni la igualdad en las oportunidades ni la sustancia de los cimientos sobre los que asentar todo aprendizaje posterior.
Y sin olvidar las culpabilidades propias de cada estamento responsable, deseo incidir en unas responsabilidades más cercanas a la realidad escolar, de ayer y de hoy, de la escuela que yo sufrí y de la que se desarrolla actualmente, de esa escuela de las primeras letras, de primaria, básica, elemental . . .donde parece que el complejo de enseñar “a leer y comprender y aprender las cuatro reglas” parece que la ha dejado paralizada, porque tal vez los maestros, las familias andan creyendo que el currículo ha de sobrepasar el gran reto: el de aprender a leer, a comprender, a pensar, a reflexionar y a decidir.
Y para muestra un botón.
Yo que, por cierto llevo treinta y nueve años dedicándome a la docencia, “aprendí” matemáticas, su lógica, su simpleza y su magia, con más de veintiún años, porque hasta entonces todo había sido un “pito, pito gorgorito” . . .¿sumar, restar, multiplicar. . .?. . .¡pues dividir!. . ., según el tema y la casuística adivinada, . . .al azar, y teniendo en cuenta que yo siempre había sido un buen alumno y siempre había aprobado y era bien considerado y “valía para estudiar”, “no como otros”. . . y este mismo comentario lo he escuchado frecuentemente.
Porque realmente sucede, y ahora volvemos a la realidad escolar diaria y cotidiana, que la educación básica se ha dejado contagiar espantosamente por un sinfín de objetivos altisonantes, yuxtapuestos, reincidentes, inanes, competencias, básicas o no, propuestas, papeles, muchos papeles, más papeles, programa, más programa, temario, más temario, un sin acabose que no lleva a ninguna parte sino es al embudo seleccionador. . .pasando por encima de las necesidades elementales claras de cada alumno, de cada niño . . .al que solo y nada más y nada menos deberíamos haber dedicado todo nuestro esfuerzo a “enseñarle a leer y a comprender, la ilusión de conocer, de saber, de entender, de investigar, de amar el conocimiento, de autoestimarse, de autovalorarse, . . .de creerse capaz. . .con la ayuda de la maestra y el maestro, en un ambiente de estimulación positiva, de contagio entusiasta, porque se puede y se podría, porque solo y nada más y nada menos que consiste en ir descubriendo las propias capacidades, respetadas todas, respetables todas, hasta para haberse quedado solo en el gusto de ser capaz y comprender la noticia más sencilla, la noticia más interesante, el interés más propio. . .la realidad inmediata que dé sentido a todo interés, a todo esfuerzo por alcanzarlo. . .
Pero “entre todos la matamos y ella sola se murió”. . . No nos atrevimos a ser solo dinamizadores, acompañantes, guías, ilusionistas, maestros de la vida y la curiosidad, del afán por aprender. . . y nos hemos ido convirtiendo en palafreneros del papeleo obscuro y abstruso, de los ítems y las reválidas por superar, celadores, vigilantes, constatando aprobados y suspensos, . . . muy atentos a la excelencia, tan necesaria, . . . algo más remolones con la torpeza, tan imprescindible de superar.
Por la evaluación a la condena del batallón de los torpes, por torpes y por inasimilables. . .
Mientras nos rebotamos contra el informe Pisa y seguimos buscando la aguja que nunca debimos perder. . . llevando tanto tiempo dando puntadas sin hilo en materia tan delicada como es la educación de nuestros hijos, de nuestros alumnos. . . que se nos escapan de las manos sin haber aprendido “ni a leer, ni las cuatro reglas”. . . tal vez porque nosotros tampoco hemos dado tanta importancia a esas “tonterías” tan entregados como estábamos en hacernos millonarios o en llegar a final de mes.
Torre del Mar 16 – diciembre – 2.013