BIENVE

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Había logrado localizarme a través de Internet. De hecho recibí un correo en el que se me preguntaba si yo era Antonio, un maestro que había trabajado por aquellos en el colegio público, el único que había, de Aretxabaleta.

Naturalmente le contesté que efectivamente debía ser yo por quien estaba preguntando. Y que en cualquier caso me apeara primero del don y en segundo lugar que me facilitara más datos sobre quién era, porque solo con su nombre, Bienve, no había sido capaz de caer.

Me contestó con una frase que me agradó y hasta me conmovió: Me decía que sí, que al fin me había encontrado y que, como de costumbre "no le había decepcionado". Supongo que sería por lo del "don".

El caso es que "se retrató un poco" y yo rápidamente caí en cuenta sobre quién era. Además con los adelantos de la informática me facilitó unas fotos de niño y ya no tuve duda.

Era Bienve, un alumno que tuve en 8º de EGB, allá por el curso 77/78, un chaval inquieto, espabilado, rubio, buen compañero, muy bueno y generoso, tal vez o seguro, como lo era su padre, Urcisinio, originario de Haro que como tantos había emigrado a Guipuzcoa a buscarse un futuro mejor, un hombre también bueno, como lo era el poeta, en el mejor sentido de la palabra, bueno y generoso; y su ejemplo había valido para el hijo, valiente y comprometido con las causas buenas. Recuerdo que, entonces se iniciaban la formación e implantación de las Asociaciones de padres, entonces aún las madres no "accedían" al título, de alumnos, con el rechazo de todo el colectivo docente, y al que se ofreció el bueno de Urcisinio en cuanto se lo pedimos quienes ya trabajábamos en la Plataforma por la Escuela pública vasca de entonces.

Rápidamente pues rememoré aquellos años y en especial, en su caso, a Bienve.

Naturalmente le agradecí sus esfuerzos por encontrarme y le animé a que me contara el objeto de su interés.

Entonces pasó a contarme lo siguiente:

Resultaba que él se había quedado con "la copla" de algo que yo debí decir en clase, y de eso había pasado ya más de 38 años.

Parece que yo, explicando lo de la de la guerra civil española, y hablando de su horror, de su singular espanto, había recalcado la circunstancia de que se había producido más bajas, más muertos, más asesinatos . . . lejos del frente que en el mismo frente de batalla.

Y así me refería Bienve que ese comentario le había sorprendido tanto como que no había sido capaz de entenderlo muy bien entonces.

Pasado el tiempo, cortado todo contacto mutuo pues yo había pedido traslado a otro destino, Bienve siguió su vida, siguió formándose, siguió creciendo en edad y en bondad, ¡seguro!.

El caso es que, bastantes años después, coincidiendo con la muerte repentina de su padre, Bienve que ya andaba un poco mosca de "las largas" que le daban cuando preguntaba por su abuelo, el paterno, empezó a indagar, a buscar, a . . .descubrir que, en realidad, su abuelo había sido fusilado junto a otros paisanos suyos, del pueblo riojano de Ábalos, allá por el tiempo de la guerra, por su "único delito" de haber pertenecido a "Acción Republicana".

Siguió removiendo, indagando, investigando hasta ser capaz de localizar el lugar exacto del crimen, del asesinato sumarísimo, un descampado. Comprobó que los cadáveres habían sido llevados al cementerio de Logroño, muy cercano, y que allí habían sido abandonados en una fosa común, circunstancia que hacía imposible su reconocimiento y recuperación.

Entonces, eso me comentó, Bienve, un adulto, un hombre bueno, con familia y responsabilidades domésticas y laborales, empezó a comprender lo que le había comentado su viejo maestro, hacía tantos años.

Y decidió, a raíz de eso, buscarme y contármelo.

Paralelamente, Bienve reivindicó la figura de su abuelo. Acostumbró a que se normalizara su recuerdo. Hasta entonces el miedo había paralizado cualquier intento de "acordarse en voz alta del abuelo", y, con ayuda y consentimiento del ayuntamiento de Oión, en Álava, en cuyos terrenos se había producido el fusilamiento, Bienve decidió fijar una pequeña plaza conmemorativa del hecho.

Curiosamente se la "han pintarrajeado, dañado, destruido" más de dos y tres veces, pero mi alumno Bienve persiste, y cada vez la coloca más difícil de derribar.

Porque la memoria ha de ser tozuda, y mi alumno Bienve es tozudo y hombre de bien.

Yo tuve la emoción de conocer toda esta historia y agradecer a mi antiguo alumno y buen amigo que me la hubiera contado.

Gracias a ella comencé a estar un poco más seguro que todo lo que yo he estado diciendo, hablando, formando a lo largo de mis años de docente, de maestro de escuela, no tuvieron por qué caer en saco roto.

¡Gracias amigo Bienve por haberme escuchado y haberte quedado con "la copla"!, y ¡gracias a Urcisinio, el papá de Bienve, el primer presidente de la Asociación de padres de alumnos del Colegio Kurtzebarri de Aretxabaleta!.

Porque Bienve es un españolito, un compatriota, un buen ciudadano, un amigo entrañable, un alumno que tuve en mi primera juventud docente y que, junto a otros muchos, diría que junto a todos ellos y ellas, han dado sentido a mis esfuerzos cotidianos por ponerme "a su servicio", por haberles querido tanto, por haberles ayudado a descubrir algo del mundo, algo de la vida, tal y como yo entendía que debí hacerlo, decirlo, estimulando su pasión . . . con buenos o no tan buenos resultados.

Pero qué me ha importado esto último, si de vez en cuando mis "viejos" alumnos me han dicho de una manera u otra que también me escuchaban, aunque fuera . . . "¿disimulando?".

  Porque mereció la pena, porque ¡claro que merece la pena jugarse el propio convencimiento de que impartir educación, formación, ciencia y sabiduría, bondad y denuedo . . ., día a día, clase a clase, alumno a alumno!