De los ficus levantiscos del paseo de El Palo

Por circunstancias personales, el autor de estas líneas comprueba todos los fines de semana que la accesibilidad del Paseo Marítimo de El Palo es muy similar a la de la línea Maginot, la famosa barrera defensiva de la II Guerra Mundial que al final no sirvió ni para coger alúas.

Al pasear a una persona mayor en silla de ruedas, el firmante se conoce bastante bien la encrespada orografía del terreno desde el puente del arroyo Jaboneros al del arroyo Gálica y trata por todos los medios de que la silla no se quede atascada en las muchas grietas que jalonan el lugar. Tampoco hay que olvidar las inmediaciones, donde aguardan semáforos con pasos de cebra traicioneros porque al pie cuentan con rebajes con más trampas que una película de chinos.

En suma, que los fines de semana un servidor se pone en la piel de los sufridos malagueños en silla de ruedas que tienen que bregar a diario con una ciudad que no está en absoluto adaptada para ellos, aunque lo intente.

En cualquier caso, al Paseo Marítimo de El Palo hay que echarle de comer aparte, porque no sólo es uno de los más antiguos de Málaga sino, sin duda, el que está en peor estado de conservación. A esto hay que añadir la luminosa idea que tuvieron sus diseñadores de que incluyera una vía de servicio, una carreterita absurda que sólo provoca que los merenderos de la zona tengan menos clientes que la parte sin vía de servicio, como recuerda, siempre que puede, la Asociación de Vecinos de El Palo.

Pero lo que verdaderamente remata el Paseo Marítimo es la brillante estrategia botánica que se siguió y que consistió en plantar el árbol menos apropiado para un paseo marítimo (el ficus), con vistas a que, en próximos lustros, pudiera levantar el ensolado con facilidad.

Si recordamos, el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso cuenta con palmeras, que fue el modelo a seguir en los paseos marítimos de Antonio Machado y Antonio Banderas, aunque como en estos últimos hay más espacio, de higos a brevas se han plantado otro tipo de ejemplares, entre ellos araucarias.

Disculpen la crudeza botánica pero la insensatez de plantar ficus, con esos alcorques además tan poco apropiados, le ha puesto la soga al paseo marítimo, que hace tiempo que presenta un suelo encrespado, lleno de ondulaciones, como si quisiera imitar la marejada de las aguas de enfrente. Las potentes raíces se abren paso y si uno no quiere andar ladeado, lo mejor es acercarse al murete, la zona que todavía continúa horizontal.

La pregunta del millón es si la remodelación del paseo marítimo, una promesa electoral de nuestro alcalde Paco de la Torre, además de eliminar la incordiante carreterita logrará una solución técnica para preservar los ficus o no habrá más remedio que sustituirlo por otros árboles menos ‘levantiscos’ (de aceras).