L A S V Í S C E R A S

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Amparados, alentados, comprendidos, aguantados. . . a diario, en los estadios de fútbol, por ejemplo, donde se consienten los insultos más nefandos, las amenazas más intolerantes, los saludos, los gestos, los gritos, los comportamientos. . . más inadmisibles, más condenables. . . como para que se haya hecho y se haga, sospecho, demasiado poco.

                                               ¿Seríamos capaces de imaginarnos la posibilidad de detener un encuentro de fútbol en el mismo momento en que apareciese una pancarta insultante, se escuchase un grito racista, de odio, insultante. . .? y que esa respuesta fuese comprendida por la multitud congregada.

                                               Y sin embargo ése no es el caldo de cultivo en el que, desgraciadamente, van adobándose los malos modos, la violencia verbal, física, de a diario, consentida, cotidiana, contemplada sin estridencias, hasta con cierta complacencia, incluso televisada si fuera preciso, desde esa agresividad impostada o real que se retransmite en programas de gran audiencia, para el entretenimiento general, en los que se puede “disfrutar” con la ira más chabacana, sin que los supuestos referentes morales sean capaces de “bajar” a la calle, potenciando y ejemplarizando el respeto debido, la apuesta decidida por el buen comportamiento ciudadano, cívico y social ante quienes son. . . simplemente distintos.

                                               Cuando aquí se acoge a los inmigrantes desesperados con vallas erizadas de cuchillas y ninguna autoridad religiosa o moral, de las acomodadas en el sistema,  ha puesto el grito en el cielo y se consiente el no derecho a la asistencia médica dentro de nuestro Sanidad, ahora mismo para más escarnio el nuevo ministro de “la cosa sanitaria” es un defensor de ese “no derecho”, y solamente “se es negro cuando se es pobre”.

                                               Cuando resulta que la educación pública es recortada salvajemente y las nuevas generaciones son abandonadas a sus propios criterios no formados, no encauzados hacia el comportamiento respetuoso y humano, donde la bondad y la responsabilidad fueran valores enaltecidos.

                                               Cuando solo se pretende arreglar de corrido lo indecente, lo visceralmente miserable con cataratas de nuevas leyes que solo confunden y disimulan, porque en realidad no hay voluntad íntima de arreglar el fondo del problema social, de un problema que nos avergüenza y compete a todos.

                                               Cuando se admiten con naturalidad los malos modos, los gestos airados, las expresiones despectivas, los desahogos insultantes. .  .la falta de amable sociabilidad, de fraternal civismo. . . porque no entra dentro de la consideración de los referentes ¿desaparecidos?, ¿cómplices?.

                                               En tanto las vísceras van cociéndose a fuego lento.

                                               Mientras en Riazor “se pita” la decisión del presidente del club cerrar la grada, provisionalmente, a los ultras. . . y ¡no se suspende inmediatamente el partido!

                                               Tal vez porque nos hemos ido acostumbrado demasiado a la permisividad indecente y culpable, mientras, cada día más, se observan más rostros airados, conversaciones, gestualidades que dan “miedo y asco”.

                                               Cuando en realidad. .  .¿quién ha lamentado de verdad la última muerte violenta?, fruto de la barbarie, el odio, lo inhumano, lo detestable, lo insoportable, . . .o de verdad nos hemos creído que vamos a cambiar, que van a cambiar. Ojalá esté completamente equivocado.

                                               Porque ¿puede entenderse que el deporte rey haya de ser “fuertemente escoltado”?. . . para evitar cualquier agresión indeseable. Pues no lo entiendo, debo ser un bicho muy raro.

 

                                               Torre del Mar   diciembre – 2.014