Tiempo de racimar los restos de la vendimia, aquellos breves racimos ácidos que no maduraron a tiempo, que aguardan al relente de las noches que enfrían ya el pasado estío.
Tiempo de espigar lo que nadie dio por perdido, después de todo, porque siempre quedará el montón de espigas que puedan molerse al abrigo de la necesidad y el empeño por salir adelante.
Tiempo de racimar nostalgias y enhebrar ilusiones y empeños.
Resulta que “España es campeona de Europa en precariedad laboral para los jóvenes”. Estos jóvenes padecen un paro del 50%. De los que trabajan un 70% lo hacen “por horas” y en precario . . . sin que tengan seguridad alguna de que su futuro tenga pinta de ser halagüeño.
Tiempo de carne de membrillo, tiempo de tertulia y de acción de gracias, tiempo de conservas familiares al oreo de la charla doméstica que restablezca los lazos, que vayan desgranando los afanes cumplidos, los esfuerzos que deslomaron los cálculos que se hicieron sueños por cumplir . . .
Tiempo de volver a empezar tras la tarea cumplida.
Tiempo de racimar las esperanzas que nunca han de rendirse . . . aunque el horizonte se haya difuminado.
Torre del Mar septiembre – 2.015
